viernes, 18 de junio de 2021

La vinagrera de Huesa del Común (Teruel)

Si visitas el Museo de Alfarería Tradicional Aragonesa de Morillo de Tou, a 5 km de Aínsa (Huesca), en la vitrina de Huesa del Común verás dos piezas etiquetadas como "vinagrera" y "botija de vino". Ambas piezas tienen en común el ser de color oscuro. Tampoco tienen decoración. En realidad, todas las vinagreras (usadas también para el aceite) y cántaros de vino de Huesa del Común que he visto, tienen ese color oscuro, y a veces hasta negruzco (fig. 1). Todo ello no es casualidad, y en lo que sigue daré una explicación, que creo plausible, aunque no la he visto corroborada en ninguna parte.

Fig. 1. Vinagrera de Huesa del Común.
23 cm de alto. (Fuente: JD.)

En mi hipótesis, tanto las vinagreras como los cántaros de vino se cocían en el horno a alta temperatura, quizá en torno a los 1.200 ºC. Ello da lugar a una cerámica similar al gres. He visto incluso algún cántaro de vino con reflejo metalizado. Cabe aventurar también que la cocción se haría en atmósfera reductora, cerrando las entradas de oxígeno y las salidas de humo del horno, tal como se obtiene la cerámica negra. El humo dentro del horno, además de ennegrecer la pieza, sella los poros del barro (Castellanos Alavedra, 1987: 27; Sàez, 2009: 16-17). El resultado es una cerámica compacta, de dureza similar al gres y, sobre todo, impermeable, de manera que los cántaros podían contener vino, vinagre e incluso aceite, sin necesidad de barnizarlos ni por dentro ni por fuera, y sin peligro de que el líquido traspasara al exterior.

Esta es la explicación del color oscuro de las vinagreras y cántaros de vino (figs. 2 y 3) de Huesa del Común, además de su ausencia de decoración, en contraste con los cántaros y botijos para agua de tonalidad ocre o típicamente rosada. Ni que decir tiene que esa cerámica durísima no se desgastaba con el uso. 

Fig. 2. Cántaro de vino de Huesa del Común. 31 cm de alto.
(Fuente: Todocoleccion.)

Fig. 3. Cántaro de vino de Huesa del Común (a la derecha), junto a un cántaro
de agua. (Fuente: Museu Ferran Segarra, Miravet, Tarragona.)

¿Había en Huesa del Común hornos capaces de alcanzar los 1.200 ºC de temperatura? En cualquier caso, el lento y complejo proceso de cocción reductora (que podía durar hasta cuatro días) requería de una pericia extraordinaria por parte del alfarero, teniendo en cuenta además que toda la cochura se hacía a buen ojo...

A pesar del aspecto rústico y primitivo de los cántaros de Huesa del Común, lo cierto es que en Huesa hubo de antiguo una producción alfarera notable, señal del aprecio que gozaría su alfarería. Apuntan Romero y Cabasa (2009: 366): "[Huesa del Común] fue la aljama musulmana más importante de la cuenca del río Aguas Vivas. Se sabe que ya existía actividad alfarera en 1294 por la renta que pagaban los moros de la localidad por cada hornada de ollas." Ollería que desaparecería tras la época medieval, pero cuya actividad testimonian los restos hallados en los testares y el propio nombre del lugar donde se ubican los alfares: el barrio de Ollerías. Modernamente solo ha subsistido la canterería: en 1901 constaban cinco alfarerías, en 1910, siete, y en 1942 solo la de Pablo Benedicto (Romero y Cabasa, 2009: 366)

Los cántaros y botijos de Huesa fueron muy apreciados en gran parte de Teruel y el Maestrazgo, posiblemente por su solidez, a pesar de ser cántaros de relativamente poco peso y paredes finas. Nunca he visto un cántaro de Huesa lañado. Por el contrario, un cántaro grande de agua que figura en mi colección, de barro rosado, está impecable pero con la base tan desgastada por el uso que tuve que ponerle una falca debajo para que se sostuviera, y la decoración con engobe rojizo ha desaparecido y apenas se intuye: sin duda es un antiguo cántaro que pasaría de la abuela a la madre y de esta a la nieta...

Eran otros tiempos. Si a nosotros se nos rompe una cosa, compramos otra, y listo. Pero nuestros abuel@s y bisabuel@s no pensaban lo mismo. El que un cántaro durara años y años, era un valor importante. Quizá deberíamos reaprender de quienes nos han precedido.

Volviendo al tema que nos ocupa, ninguno de los autores que se han referido a la alfarería de Huesa del Común (Álvaro Zamora, 1980; Burillo Mozota, 1983; Díez, 2005) ha mencionado que en Huesa se hubiese practicado la cocción por reducción. Solo se refieren a la cochura habitual (900 ºC y en torno a las 12-13 horas de cocción).

En realidad, todo lo que sabemos sobre la alfarería de Huesa del Común es gracias al testimonio de Pablo Benedicto, el último alfarero de Huesa del Común, que abandonó el oficio hacia 1970, y con el cual se entrevistaron tanto Álvaro Zamora como Burillo Mozota a finales de los años 70 y en 1982, respectivamente. En Burillo Mozota (1983: 30), Benedicto alude al distinto color de las piezas después de la cocción: 

Los royos, los frescos, es que están poco cocidos.
Los blancos, es que están bien cocidos.
El color negro es cuando les apura al fuego.

En cuanto al cántaro de vino, el que obraba Benedicto era similar al de agua, e igualmente decorado (nada que ver con los reproducidos en este post), y nos dice que "antiguamente carecía de decoración". La vinagrera ni siquiera consta entre las piezas obradas por Benedicto (Burillo Mozota, 1983: 31 y 32-33).

¿No es una extraña casualidad que siempre a las vinagreras y cántaros de vino "les apurara el fuego"? No es plausible. Mi impresión es que Pablo Benedicto o bien no recordaba una técnica que pudiera ser relativamente antigua, y en todo caso perdida muchos años atrás, antes de la guerra, o bien incluso ni siquiera llegó a conocer dicha técnica... 

En conclusión: la cocción reductora para obtener vinagreras (aceiteras) y cántaros de vino impermeabilizados es una técnica que se emplearía en Huesa del Común por alfareros presumiblemente de la generación anterior de nuestro informante sobre Huesa, Pablo Benedicto. 

Ahora bien, si las observaciones dadas en este post son acertadas habría que incluir Huesa del Común entre los escasos centros productores de cerámica negra de la península, junto con Quart (Girona) y Verdú (Lleida) en Cataluña, Quintana Redonda (Soria), Llamas del Mouro y Faro (Asturias)..., aunque sea con tan escasas piezas y posiblemente obradas antiguamente de manera muy esporádica.

Sea como fuere, considero la pequeña vinagrera de la fig. 1 como una auténtica joya de la alfarería de Teruel.

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