lunes, 21 de junio de 2021

Antigua medida de vino de Calanda (Teruel)

Antes de dedicarme a otros menesteres e interrumpir este blog por un tiempo, no resisto la tentación de escribir este post.

Cualquier aficionado a la alfarería aragonesa distingue sin dificultad el cántaro de Calanda (Teruel), de cuerpo esférico y hecho a urdido, sin torno, con el alfarero de pie dando vueltas alrededor del cántaro y modelándolo ayudado con el broquel y la paleta (Burbano López, 1960; Álvaro Zamora, 1980 y 1984). Sin duda, es uno de los cántaros emblemáticos de Aragón.

Fig. 1. Cántaro / medida de vino de Calanda (Teruel).
33 cm de alto. Siglo XIX. (Fuente: JD.)

Pues bien, el cántaro de la fig. 1 es un cántaro mediano o "artillero" de Calanda, y muy antiguo: con toda seguridad, del siglo XIX. Mide 33 cm de alto y tiene una capacidad de 8 litros, es decir, media cántara, como veremos. El cántaro es de un barro de color marronoso, achocolatado, y está decorado con las típicas franjas onduladas de óxido de manganeso, aunque solo por una cara, y casi borradas por el tiempo. Está lañado desde la base hasta el arranque del cuello.

Pero lo más notable del cántaro es la marca en la parte superior de un asa: dos círculos concéntricos (fig. 2). No es ninguna marca de alfarero, sino el sello con el que antiguamente se oficializaban las medidas de vino. 

Fig. 2. En el asa, sello en forma de círculo que
oficializaba el cántaro como medida de vino.
(Fuente: JD.)

Es un sello similar al de la medida de vino de la fig. 3, procedente de Bandaliés o de Naval (Huesca) y también del siglo XIX (Manrique, 2013). En este caso el sello está justo debajo de la rasante de la medida, para evitar que esta sea prolongada hacia abajo de manera fraudulenta, y así asegurar la exactitud de la medida. Lo mismo vale para la medida de Estella (Navarra) de la fig. 4.

Fig. 3. Medida de vino de Bandaliés o Naval (Huesca). Siglo XIX. Museo de
Alfarería Tradicional Aragonesa de Morillo de Tou (Huesca).


Fig. 4. Jarro / medida de vino de Estella (Navarra).
(Fuente: Equipo Adobe.)

Antiguamente en las bodegas, para extraer el vino de las cubas o tinajas para su venta, "se realizaba simplemente con cántaros o jarras de un volumen aproximado conocido, o bien, de forma legal, mediante medidas calibradas por la autoridad competente" (Romero Vidal, 2012: 80). Sigue diciendo el mismo autor: "Existe abundante documentación sobre medidas oficiales adoptadas para evitar el fraude. [...] En la ciudad de Valladolid, en las Ordenanzas de 1763 se especifica

ordenamos y mandamos, que ninguno pueda vender vino con medida chica, ni grande, que no sea de barro, y esté sellada por el Fiel de esta villa, so pena de quinientos maravedís [...].

Otrosí: ordenamos y mandamos, que en ningún mesón, ni casa donde acojan, pueda haber medida, que no sea cierta y sellada por el Fiel, y Marcador de esta villa [...] (Ordenanzas con que se rige, y gobierna la república de la muy noble, y leal ciudad de Valladolid, 1763, pp. 68-69)." 

El oficial encargado del fielazgo o control de pesos y medidas en las ciudades era el almotacén o fiel almotacén, figura habitual en Al-Ándalus y extendida a los reinos de Castilla, Murcia, Aragón y Valencia, hasta desaparecer en el siglo XIX. Actuaba de oficio o a instancia de cualquiera que considerase que los instrumentos de peso y medida habían sido alterados.

Un problema: la medida de Calanda de la fig. 1 no parece corresponderse con el sistema aragonés de medidas de vino (un cántaro = 1/12 del alquez = 9,91 litros), sino con el sistema tradicionalmente empleado en Castilla, en el que media cántara equivalía a 8,066 litros. 

En Castilla, la gradación de medidas de vino, y en general para todos los líquidos excepto el aceite, era la siguiente: cuatro copas equivalían a un cuartillo, cuatro cuartillos una azumbre, y ocho azumbres una cántara (= 16,133 litros). Como la medida de vino de Calanda de la fig. 1 tiene una capacidad de media cántara, la pregunta es: ¿se emplearon en Teruel las mismas medidas para el vino que en Castilla?

Digamos por último que el sistema métrico decimal fue adoptado en 1852, aunque se determinó que no sería obligatorio hasta 1868, estableciendo un plazo de 16 años para que la sociedad se habituase al nuevo sistema. Ello en la práctica supuso que hasta el último tercio del siglo XIX se siguieran utilizando los sistemas de medidas tradicionales de carácter local y origen medieval.

Dejo aquí este post y el embrollo de las medidas de vino, tema sobre el que sin duda tendré que volver en otro momento.

domingo, 20 de junio de 2021

El cántaro de Huesca vs. Tamarite de Litera

El cántaro de Huesca tiene una morfología similar a muchos otros cántaros de una amplia franja vertical que va desde Jaca, Ayerbe, Huesca, Albelda, Tamarite de Litera y Fraga en la provincia de Huesca, a Lleida ciudad y Miravet en Tarragona. En general, son cántaros de cuerpo troncocónico (en forma de peonza), cuello recto y dos asas opuestas redondeadas. A veces la semejanza es tanta que es difícil distinguir los cántaros de una población a otra.

Fig. 1. De izquierda a derecha, cántaro antiguo de Huesca, cántaro de
Huesca tipo Tamarite de Litera y cántaro de Tamarite de Litera.
(Fuente: JD.)


La cantarería de Huesca ha sido detenidamente estudiada por Cabezón Cuéllar, Castelló Puig y Ramón Oliván (1984). Del cántaro de Huesca se obraron varios tamaños, desde los 2,5 a los 12 litros de capacidad, que se distinguen por la decoración pintada en la parte superior del cuerpo con óxido de manganeso.

El cántaro más usual fue el grande (como el de la fig. 1, a la izquierda), de en torno a 38,5 cm de alto y 10 litros de capacidad. La capacidad de 10 litros es tan exacta que el cántaro grande fue utilizado incluso como medida. Lleva la decoración de una "tenaza" y dos "lazos" a ambos lados, pintados entre dos grupos de tres líneas concéntricas, más otro grupo de dos líneas en el cuello.

La característica morfológica más destacada del cántaro de Huesca es su base ancha (14 cm el de la fig. 1), lo cual le proporciona un aspecto rotundo, y el cuerpo esferoide. Por el contrario, el cántaro de Tamarite de Litera (Huesca) y el que aquí denomino cántaro de Huesca tipo Tamarite de Litera, son de base en torno a un 15 % más estrecha que el de Huesca (12 cm los de la fig. 1) y cuerpo ligeramente bitroncocónico. ¿Cómo se explica que en Huesca se obraran cántaros con la morfología del de Tamarite de Litera?

Cabezón Cuéllar, Castelló Puig y Ramón Oliván (1984) nos explican que varios alfareros de Tamarite de Litera se establecieron en Huesca, ya desde antiguo. Citan los nombres de Antonio Muzás Gruas (n. 1851), establecido en Huesca en 1871; Ramón Merigó Puyalto (1878-1943), trasladado a Huesca en 1902; Miguel Muzás Torguet (1884-1959), que desde 1915 trabajó en el alfar de Constantino Olivera y entre 1924-1932 se estableció por su cuenta (fig. 2)... ¿Es el cántaro del centro de la fig. 1 obra de alguno de ellos?

Los autores mencionados Cabezón Cuéllar, Castelló Puig y Ramón Oliván (1984: 69) ya notaron esa peculiaridad de los cántaros tipo Tamarite de Litera al describir el cántaro de Huesca: 

[El cántaro de Huesca] partiendo de una base circular, empieza con forma troncocónica cuyo diámetro se va ensanchando hasta alcanzar la longitud máxima en la parte superior de la tripa, y a partir de aquí se cierra en un casquete esférico [...]; este, en los oriundos de Tamarite, tiende a ser ligeramente troncocónico (Carrás, Merigó y Miguel Muzás), en cambio los de Huesca capital lo torneaban más cilíndrico.

El cántaro de Huesca tipo Tamarite de Litera es un ejemplo más de los múltiples intercambios entre poblaciones alfareras más o menos cercanas debido a la gran movilidad de los alfareros, y ello desde tiempos remotos.

Fig. 2. Miguel Muzás sacando cántaros
a orear a la era. (Fuente: Cabezón
Cuéllar et al., 1984: 25.)


sábado, 19 de junio de 2021

El cántaro de Alhama de Aragón

Uno de mis cántaros aragoneses preferidos es el de Alhama de Aragón (Zaragoza).

Hace muchos años, mucho antes de que me aficionara a los barros aragoneses, en un viaje por Castilla compré un cántaro antiguo, que siempre tuve en casa y creí que era castellano. Tiempo después, y ya con mi afición por la alfarería de basto, un día descubrí el cántaro "castellano" en un rincón, y ¡oh, sorpresa!, me di cuenta de que era de Alhama de Aragón. No todos los días encuentras una joya en casa. Es el cántaro rojizo de la fig. 1, a la derecha.

Fig. 1. Cántaros de Alhama de Aragón, con distintas tonalidades
del barro: terroso, blanquecino-amarillento y teja. (Fuente: JD.)

El cántaro de
Alhama de Aragón no tiene nada, y es esa austeridad extrema precisamente lo que me gusta. Al parecer, se obraron cuatro tamaños: grande, mediano, pequeño y otro más pequeño aún. Unas líneas concéntricas incisas en el arranque del cuello distingue cada tamaño: una línea punteada para el grande, dos líneas concéntricas con una línea ondulada entre ambas para el mediano (son los cántaros de la fig. 1), dos líneas para el pequeño, y una sola línea para el más pequeño. Esa es toda la decoración.

Lo curioso es que el cántaro de Alhama no es obra de alfareros aragoneses. Según Álvaro Zamora (1980: 147), Juan Isla, alfarero de Tajueco (Soria), se estableció en Alhama de Aragón como cantarero a principios del siglo XX, aunque unos años después trabajaría para Pablo Muela, el tío Pabletes, ollero procedente de Tobed (Zaragoza), que se instaló en Alhama hacia 1919 (Álvaro Zamora, 1981: 11). Juan Isla abandonaría el oficio hacia 1928 y a él debemos el inicio de la canterería en Alhama.

De esta manera al iniciarse el segundo cuarto del siglo XX, Alhama tenía ya configuradas las que habrían de ser sus dos modalidades alfareras más importantes: la canterería y la ollería, procedentes ambas de alfares distintos, de Tajueco la primera y de Tobed la segunda (Álvaro Zamora, 1980: 147).

Fig. 2. Camino de la fuente en Alhama de Aragón (hacia 1970).
(Fuente: Seseña, 1997: 26.)

Es una lástima que no haya ningún estudio monográfico sobre la alfarería de Soria. Sospecho que Soria tuvo una actividad alfarera más destacada de lo que se supone (un dato: en 1925 trabajaban en Tajueco 42 alfareros; Azcárraga y Rodríguez-Limón, 1978), aparte de los importantes intercambios entre Soria y la zona oriental de la provincia de Zaragoza.

El cántaro de Alhama es de base ancha, como gustan en Aragón, lo que le confiere un aspecto rotundo. No hay peligro de tumbarlo aunque se le dé un golpe. El tamaño mediano, el más usual, como los cántaros de la fig. 1, tiene en torno a 38,5 cm de alto y 8 litros de capacidad. Por otra parte, guarda cierto aire de familia con los antiguos cántaros sorianos de Tajueco y Boós (figs. 3 y 4). 

Fig. 3. Cántaro antiguo (¿de barro negro?) de Tajueco (Soria).
(Fuente: Todocoleecion.)

Fig. 4. Cántaro de Boós (Soria).
(Fuente: Luis Porcuna -
Barros con alma.)

Por último: hay un detalle en el cántaro de Alhama que pasa desapercibido por todos y que nadie menciona, y es su gracia escondida: el asa descentrada, es decir, el pegado del asa descansa ligeramente a la izquierda del eje vertical (fig. 5). En lo más humilde hay arte.

Fig. 5. Asa descentrada del cántaro de
Alhama de Aragón. (Fuente: JD.)

viernes, 18 de junio de 2021

La vinagrera de Huesa del Común (Teruel)

Si visitas el Museo de Alfarería Tradicional Aragonesa de Morillo de Tou, a 5 km de Aínsa (Huesca), en la vitrina de Huesa del Común verás dos piezas etiquetadas como "vinagrera" y "botija de vino". Ambas piezas tienen en común el ser de color oscuro. Tampoco tienen decoración. En realidad, todas las vinagreras (usadas también para el aceite) y cántaros de vino de Huesa del Común que he visto, tienen ese color oscuro, y a veces hasta negruzco (fig. 1). Todo ello no es casualidad, y en lo que sigue daré una explicación, que creo plausible, aunque no la he visto corroborada en ninguna parte.

Fig. 1. Vinagrera de Huesa del Común.
23 cm de alto. (Fuente: JD.)

En mi hipótesis, tanto las vinagreras como los cántaros de vino se cocían en el horno a alta temperatura, quizá en torno a los 1.200 ºC. Ello da lugar a una cerámica similar al gres. He visto incluso algún cántaro de vino con reflejo metalizado. Cabe aventurar también que la cocción se haría en atmósfera reductora, cerrando las entradas de oxígeno y las salidas de humo del horno, tal como se obtiene la cerámica negra. El humo dentro del horno, además de ennegrecer la pieza, sella los poros del barro (Castellanos Alavedra, 1987: 27; Sàez, 2009: 16-17). El resultado es una cerámica compacta, de dureza similar al gres y, sobre todo, impermeable, de manera que los cántaros podían contener vino, vinagre e incluso aceite, sin necesidad de barnizarlos ni por dentro ni por fuera, y sin peligro de que el líquido traspasara al exterior.

Esta es la explicación del color oscuro de las vinagreras y cántaros de vino (figs. 2 y 3) de Huesa del Común, además de su ausencia de decoración, en contraste con los cántaros y botijos para agua de tonalidad ocre o típicamente rosada. Ni que decir tiene que esa cerámica durísima no se desgastaba con el uso. 

Fig. 2. Cántaro de vino de Huesa del Común. 31 cm de alto.
(Fuente: Todocoleccion.)

Fig. 3. Cántaro de vino de Huesa del Común (a la derecha), junto a un cántaro
de agua. (Fuente: Museu Ferran Segarra, Miravet, Tarragona.)

¿Había en Huesa del Común hornos capaces de alcanzar los 1.200 ºC de temperatura? En cualquier caso, el lento y complejo proceso de cocción reductora (que podía durar hasta cuatro días) requería de una pericia extraordinaria por parte del alfarero, teniendo en cuenta además que toda la cochura se hacía a buen ojo...

A pesar del aspecto rústico y primitivo de los cántaros de Huesa del Común, lo cierto es que en Huesa hubo de antiguo una producción alfarera notable, señal del aprecio que gozaría su alfarería. Apuntan Romero y Cabasa (2009: 366): "[Huesa del Común] fue la aljama musulmana más importante de la cuenca del río Aguas Vivas. Se sabe que ya existía actividad alfarera en 1294 por la renta que pagaban los moros de la localidad por cada hornada de ollas." Ollería que desaparecería tras la época medieval, pero cuya actividad testimonian los restos hallados en los testares y el propio nombre del lugar donde se ubican los alfares: el barrio de Ollerías. Modernamente solo ha subsistido la canterería: en 1901 constaban cinco alfarerías, en 1910, siete, y en 1942 solo la de Pablo Benedicto (Romero y Cabasa, 2009: 366)

Los cántaros y botijos de Huesa fueron muy apreciados en gran parte de Teruel y el Maestrazgo, posiblemente por su solidez, a pesar de ser cántaros de relativamente poco peso y paredes finas. Nunca he visto un cántaro de Huesa lañado. Por el contrario, un cántaro grande de agua que figura en mi colección, de barro rosado, está impecable pero con la base tan desgastada por el uso que tuve que ponerle una falca debajo para que se sostuviera, y la decoración con engobe rojizo ha desaparecido y apenas se intuye: sin duda es un antiguo cántaro que pasaría de la abuela a la madre y de esta a la nieta...

Eran otros tiempos. Si a nosotros se nos rompe una cosa, compramos otra, y listo. Pero nuestros abuel@s y bisabuel@s no pensaban lo mismo. El que un cántaro durara años y años, era un valor importante. Quizá deberíamos reaprender de quienes nos han precedido.

Volviendo al tema que nos ocupa, ninguno de los autores que se han referido a la alfarería de Huesa del Común (Álvaro Zamora, 1980; Burillo Mozota, 1983; Díez, 2005) ha mencionado que en Huesa se hubiese practicado la cocción por reducción. Solo se refieren a la cochura habitual (900 ºC y en torno a las 12-13 horas de cocción).

En realidad, todo lo que sabemos sobre la alfarería de Huesa del Común es gracias al testimonio de Pablo Benedicto, el último alfarero de Huesa del Común, que abandonó el oficio hacia 1970, y con el cual se entrevistaron tanto Álvaro Zamora como Burillo Mozota a finales de los años 70 y en 1982, respectivamente. En Burillo Mozota (1983: 30), Benedicto alude al distinto color de las piezas después de la cocción: 

Los royos, los frescos, es que están poco cocidos.
Los blancos, es que están bien cocidos.
El color negro es cuando les apura al fuego.

En cuanto al cántaro de vino, el que obraba Benedicto era similar al de agua, e igualmente decorado (nada que ver con los reproducidos en este post), y nos dice que "antiguamente carecía de decoración". La vinagrera ni siquiera consta entre las piezas obradas por Benedicto (Burillo Mozota, 1983: 31 y 32-33).

¿No es una extraña casualidad que siempre a las vinagreras y cántaros de vino "les apurara el fuego"? No es plausible. Mi impresión es que Pablo Benedicto o bien no recordaba una técnica que pudiera ser relativamente antigua, y en todo caso perdida muchos años atrás, antes de la guerra, o bien incluso ni siquiera llegó a conocer dicha técnica... 

En conclusión: la cocción reductora para obtener vinagreras (aceiteras) y cántaros de vino impermeabilizados es una técnica que se emplearía en Huesa del Común por alfareros presumiblemente de la generación anterior de nuestro informante sobre Huesa, Pablo Benedicto. 

Ahora bien, si las observaciones dadas en este post son acertadas habría que incluir Huesa del Común entre los escasos centros productores de cerámica negra de la península, junto con Quart (Girona) y Verdú (Lleida) en Cataluña, Quintana Redonda (Soria), Llamas del Mouro y Faro (Asturias)..., aunque sea con tan escasas piezas y posiblemente obradas antiguamente de manera muy esporádica.

Sea como fuere, considero la pequeña vinagrera de la fig. 1 como una auténtica joya de la alfarería de Teruel.

miércoles, 16 de junio de 2021

Un cuenco de Teruel con el número 17

Fig. 1. Cuenco de Teruel. Siglo XIX.
7 x 18 cm. (Fuente: JD.)

Hace años compré el pequeño cuenco de la fig. 1 porque me intrigó el número "17" pintado en el fondo. ¿Qué significa?

Estos cuencos y platos acuencados de Teruel fueron extremadamente populares en todo el siglo XIX y se obraron en gran cantidad hasta bien entrado el siglo XX, incluso hasta los años 30. Es fácil distinguir los obrados en el siglo XX pues su decoración es ya muy descuidada, apenas unos garabatos (Álvaro Zamora, 2002: III, 275-76).

Fig. 2. Platos acuencados de Teruel, serie verde-morada.
Siglo XIX. (Fuente: JD.)

En la fig. 2 muestro algunos cuencos de la misma serie verde-morada, todos del siglo XIX. Los cuencos llevan un baño estannífero en el anverso, mientras que el reverso está sin esmaltar. La decoración a pincel del anverso, en verde y morado, típica de Teruel, consiste en una orla de grandes ondas verdes tumbadas, rellenadas con líneas moradas oblicuas, y en el centro un motivo muy sencillo y fácilmente reconocible por los compradores de estos cuencos: un pez, un sol, un rostro, una flor, un pájaro, un corazón... Pero ¿y el número 17? ¿Por qué el número 17? ¿Qué significa?

Consulté con distintos expertos y la respuesta fue uniforme: ni idea. También consulté con Agustín y Domingo Punter, de Teruel, los cuales a su vez consultaron con su padre, Domingo Punter Loscos, que en su juventud formó parte del equipo de restauradores de cerámica del
Museo Provincial de Teruel, y me respondieron muy amablemente (desde aquí mi agradecimiento), pero la respuesta fue la misma: ni idea.

Fig. 3a y b. Cuencos de Teruel con el número 17. Arriba: aprox. 30 cm de diámetro.
Museu Ferran Segarra, Miravet (Tarragona). Abajo: 11 x 30 cm.
Subastas Segre (Madrid), 18 septiembre 2019 (lote 751).


Fig. 3c. Cuenco de Teruel. 30 cm de diámetro.
Antiguitats Sant Jordi (Artesa de Segre, Lérida).

El misterio del número 17 ascendió a la categoría de misterio abrumador cuando descubrí otros tres cuencos de Teruel con el número 17 (fig. 3a, b y c). El primer cuenco se halla en el magnífico Museu Ferran Segarra, en Miravet (Tarragona), el segundo cuenco fue subastado en septiembre de 2019 por Subastas Segre (Madrid), y el tercero fue puesto a la venta por Antiguitats Sant Jordi (Artesa de Segre).

Para mayor intriga, los cuatro cuencos parecen realizados en distintas épocas. La decoración del cuenco de la fig. 1 es muy esmerada, incluso con el número 17 finamente perfilado en morado. Por el contrario, la decoración del cuenco 3a es más tosca, y todavía mucho más tosca es la decoración y el dibujo del número 17 del cuenco 3b. Desde luego, los cuencos 3a-b son posteriores al de la fig. 1.

Por de pronto, cuatro cuencos de Teruel con el mismo número, y posiblemente de épocas distintas, descartan la hipótesis de que los cuencos pertenecieran a algún hospital o convento donde a veces los platos y escudillas se numeraban para que cada cual dispusiera del suyo...

Como no deseo que al lector de este post le ardan los sesos intentando averiguar la solución de este portentoso misterio, señalo a continuación una posible resolución del enigma. 


Después de darle muchas vueltas, y descartar que el número 17 aluda a la fecha de 1817, en que pudo ser obrado el cuenco más antiguo de la serie, finalmente creo haber dado con una explicación plausible: el número 17 alude a la fecha de 17 de julio, festividad de las santas Justa y Rufina, patronas de los alfareros.

Según la tradición, las hermanas Justa y Rufina, oriundas de Sevilla y alfareras en el arrabal de Triana, fueron martirizadas hasta la muerte (Justa el 17 de julio del año 287 y Rufina dos días después, el 19) por negarse a abjurar de su fe cristiana. La iconografía suele representarlas con las palmas del martirio, los cacharros de su oficio, y al fondo la torre de la Giralda de Sevilla, que quedó en pie tras el terremoto de 1504 por la intervención milagrosa de las santas. En la Sevilla natal de las santas su festividad se celebra el día 17 de julio, siguiendo la tradición medieval, y en otros lugares de España el 19.

Santas Justa y Rufina (h. 1666), por Murillo.
Museo de Bellas Artes de Sevilla.


Cuando en 1589 se fundó el gremio de los olleros en Triana, las santas Justa y Rufina fueron elegidas patronas del gremio, patronazgo que posteriormente se extendió a otros lugares de la península. Por lo que respecta a Aragón, la advocación de los alfareros a las santas se documenta a finales del siglo XVII:

En Huesca, por su parte, se han conservado desde fines del siglo XVII diferentes noticias acerca de las fiestas que sus alfareros dedicaban a sus patronas, las santas Justa y Rufina, las cuales se celebraban el día 17 de julio en la iglesia parroquial de San Martín (hoy Santo Domingo) (Álvaro Zamora, 2002: I, 150).

En Muel y Villafeliche (Zaragoza), aunque los gremios de alfareros establecieron como su patrón a san Hipólito, instituyeron también entre sus agremiados la celebración de la festividad de las santas Justa y Rufina. Según las ordenanzas del gremio de alfareros de Muel (1736):

Ordinación sexta. Sobre la festibidad de Santa Justa y Rufina. Íttem estatuimos y mandamos y ordenamos, que de aquí en adelante, y durante la mera voluntad de nuestro Gremio, se haian de hacer y celebrar en cada un año, debiendo practicar lo mismo que se practica en la de nuestro santo patrón Ypólito (Álvaro Zamora, 2002: I, 237).

En la iglesia de San Cristóbal de Muel hay una capilla con un retablo barroco dedicado a san Hipólito, de finales del siglo XVII, y en donde aparecen también las santas Justa y Rufina en el cuerpo superior del retablo. Más relevante aún es el notable frontal de azulejos del altar, dedicado a las santas, de mediados del siglo XVIII.

Por lo que se refiere a Teruel, el gremio de alfareros quedó bajo el patronazgo de las santas Justa y Rufina, cuya festividad se celebraba el 17 de julio, según las ordenanzas del gremio de finales del siglo XVII:

1.º Estatuimos y ordenamos: Que en la iglesia parroquial y patrimonial del Señor San Martín de dicha ciudad, las vísperas de las gloriosas Santas [Justa y Rufina] y Patronas de dicho oficio se digan y celebren con la solemnidad que pareciere a los oficiales de dicho oficio. Y en el día de dichas Santas que en cada un año es y se celebra a 17 días del mes de julio, una misa cantada con su diácono y subdiácono. Con esto empero, que a dichas vísperas y misa hayan de asistir y asistan todos los cofrades y maestros examinados de dicho oficio (Almagro Basch y Llubiá Munné, 1962: 108; reproducido en Álvaro Zamora, 2002: I, 244).

La presencia de las santas Justa y Rufina en Aragón se remonta por lo menos a mediados del siglo XV, cuando fue puesta bajo su advocación una de las capillas de la catedral del Salvador de Zaragoza. Por lo demás, entre la iconografía de las santas en Aragón, destaca el impresionante retablo del altar mayor de la iglesia de las Santas Justa y Rufina, en Maluenda (Zaragoza), de 1475, obra de Juan Rius y Domingo Ram (Rincón García, 2012).

Queda pues esclarecido el enigma: el número 17 de los platos de Teruel alude presumiblemente al 17 de julio, festividad de las santas Justa y Rufina, patronas de los alfareros, y en concreto en Teruel patronas del importante gremio de alfareros de la ciudad desde finales del siglo XVII.

El cántaro de Traiguera (Castelló)


Acabo de recibir el libro de Joan Ferreres i Nos, Patrimoni terrisser de Traiguera (Set-cents anys de canterers) (Benicarló, Onada, 2006). Es un documentadísimo estudio sobre la alfarería de Traiguera (Castelló) desde el siglo XIV hasta la actualidad. Aporta una detallada información sobre el número de alfares y hornos en cada época, la relación de alfareros a lo largo de estos siete siglos, con sus nombres y apellidos, el emplazamiento de los alfares extramuros de Traiguera, y todo lo que atañe a la alfarería de Traiguera,
en la comarca castellonense del Baix Maestrat, el centro alfarero más importante al norte de Valencia. Hay que tener en cuenta que además de la cantarería, hasta el siglo XIX se obró también ollería de uso común (cazuelas, platos...). 

A finales del siglo XVI había en Traiguera 29 alfares, y a finales del siglo XIX, en 1895, 63 alfares, para decaer en el siglo XX: de 56 alfares en 1905 se pasó a 45 en 1929, reduciéndose drásticamente su número después de la guerra civil hasta quedar solo cuatro obradores en los años 70. Actualmente permanecen en activo tres importantes alfares. 

Fig. 1. Algunas piezas antiguas de Traiguera: al fondo, dos cántaros (cànters), de 48 y 53 cm de alto, el de la izquierda posiblemente del siglo XIX; a la derecha, dos aceiteras (olieres) de 42,5 y 32,5 cm de alto; a la izquierda, un marraixó (botijo) y una pequeña gerra (orza) para aceitunas. (Fuente: JD.)


La fig. 1 muestra algunas piezas antiguas características de Traiguera, apenas las que caben sobre la mesa de mi terraza. La perspectiva de la foto es muy engañosa, pues los dos cántaros y la aceitera del fondo son de bastante mayor tamaño de lo que aparentan en la foto, y viceversa las tres piezas del frente. El cántaro (cànter) más oscuro es muy antiguo, posiblemente del siglo XIX, y tiene la peculiaridad inusual de que las asas son anchas y delgadas, en contraste con las asas habituales de los cántaros, estrechas y redondeadas. El cántaro del centro es una pieza extraordinaria por su tamaño: 53 cm de alto y 18,5 litros de capacidad. La aceitera (oliera) delante suyo tiene también un tamaño considerable: 42,5 cm de alto. En otro post me referiré a las aceiteras de Traiguera y su compleja identificación, pues se confunden con las del Maestrazgo de Teruel (Tronchón, Montoro...) o del Maestrat de Castelló (Olocau del Rey) y Horta de Sant Joan (Tarragona).

La pieza de la izquierda de la foto es un marraixó, botijo que se colocaba sobre la mesa en las casas para beber agua fresca: "A gairebé totes les cases d'aquesta comarca i de les comarques veïnes trobaves el marraixó a taula i el cànter a l'aigüera" (Ferreres i Nos, 2006: 198). A su lado, una pequeña orza (gerra) para aceitunas, también antigua.

Hay que destacar que todas las piezas tienen el cuerpo con un fino rayado o estriado (cañada), característico de Traiguera, que se realiza con una caña por la parte exterior y el nudillo del dedo índice por la interior.

Fig. 2. Cántaros de Traiguera: de 48, 53 y 40 cm de alto. El de la izquierda es muy antiguo, posiblemente del siglo XIX. El del centro es el de mayor tamaño que he visto, con una base de 11 cm, 104 cm de circunferencia máxima, y una capacidad de 18,5 litros. (Fuente: JD.)

La pieza más notable de Traiguera es sin duda el cántaro (cànter, canterella o cantarelleta, según su tamaño), quizá por su singular morfología: cuerpo globular, pie muy estrecho y cuello alto (fig. 2). Es un cántaro que nos recuerda inmediatamente el de Teruel tipo Gea de Albarracín, y que algunos autores relacionan con el ánfora romana (Torres, 1982: 90). Sin embargo, creo que no hay que remontarse tan lejos. Ferreres i Nos (2006: 20) es rotundo: "els inicis coneguts de la ceràmica traiguerina són musulmans". Comparto plenamente está observación.

Asimismo la decoración de los cántaros de Traiguera, a base de grupos de siete trazos (ralles, "rayas") pintados en crudo con óxido de hierro con el pincel-peine (que según la temperatura de la cocción resultaban de color rojo, marrón o incluso negro), es de ascendencia netamente árabe, tal como apuntan Soler Ferrer y Pérez Camps (1992: IV 160): "La alfarería de este centro posee una gran personalidad, siendo sin duda la que ha conservado mejor la tradición islámica en sus decoraciones pintadas." De la misma opinión son Romero y Cabasa (2009: 20): "no tan lejana [como la íbera] e igual de parecida es la decoración con manganeso y pincel-peine que aplicaron los musulmanes y los moriscos entre los siglos XII y XVI en Al-Andalus, y más concretamente en el Levante español." Así pues, tampoco hay que remontarse a los íberos para explicar la singular decoración de los cántaros de Traiguera.  

En las figs. 3 y 4 se muestran dos cántaros bajomedievales de Paterna (València) y Teruel, pintados con el pincel-peine. 

Fig. 3. Cántaro de Paterna. Siglo XIII. 45 cm de alto.
Museu Municipal de Ceràmica de Paterna. (Fuente:
Mesquida García, 2002: 202.)
  

 
Fig. 4. Cántaro de Teruel. Mediados del siglo XV. 40 cm
de alto. Los cántaros con decoración pintada con
pincel-peine fueron usuales en Teruel desde finales
del siglo XIII (Museo de Teruel, 2002). (Fuente:
Museo de Teruel.)

En el Santuari de la Mare de Déu de la Salut, en Traiguera, se conserva una alfàbia (tinaja ovoide de boca ancha) de los siglos XIV-XV, decorada con grupos de seis trazos con el pincel-peine (fig. 5), hallada en una prospección en la Font de la Salut de Traiguera (Ferreres i Nos, 2006: 55). Véase dos tinajas similares, de 73 y 78 cm de alto, en Díez (2005: 92 y 96). Léase también el interesante comentario sobre esta tipología de tinajas en Romero y Cabasa (2009: 22-23), los cuales sitúan su origen en el Maestrazgo turolense.

Fig. 5. Alfàbia hallada en la Font de la Salut de Traiguera.
Siglos XIV-XV. (Fuente: Santuari de la Mare de Déu de
la Salut, Traiguera.)

Así pues, por lo que respecta a su decoración, el cántaro de Traiguera está emparentado con los cántaros obrados en Teruel desde finales del siglo XIII hasta el XV, y estos a su vez con los del importante centro alfarero mudéjar de Paterna en València. En este sentido, puede considerarse el cántaro de Traiguera como una reliquia de la alfarería mudéjar que ha pervivido hasta hoy.

Fig. 6. Cántaro de Tronchón (Teruel). 34 cm de alto.
Museo de Alfarería Tradicional Aragonesa, Morillo de Tou
(Huesca). (Fuente: Díez, 2005: 111.)

Esta decoración con pincel-peine no es exclusiva de Traiguera, sino que la encontramos también en cántaros de Huesa del Común (Teruel), Tronchón (fig. 6) y Olocau del Rey (fig. 7) en el Maestrazgo de Teruel y Castelló, respectivamente, además de la localidad cercana de La Galera (Tarragona). 

Los cántaros de Tronchón y Olocau son muy similares y apenas se distinguen: el de Tronchón tiene una marcada digitación en el pegado del asa y las rayas de la decoración se cruzan en la parte inferior, por debajo del asa (Díez, 2005; Abad, 2018).

Fig. 7. Cántaro de Olocau del Rey (en el centro). (Fuente: Museu
Ferran Segarra, Miravet, Tarragona.)


Sobre la alfarería de Traiguera, además de los autores mencionados en este post, véase también Llorens Artigas y Corredor-Matheos (1970: 177), Seijo Alonso (1977), Guerrero Martín (1988: 213-14), Schütz (1995), Seseña (1997: 296) y Romero y Cabasa (2009: 19 ss.).

martes, 15 de junio de 2021

El cántaro de Teruel atribuido a Gea de Albarracín


Fig. 1. Cántaros de Teruel tipo Gea de Albarracín. Museo de
Alfarería Tradicional Aragonesa, Morillo de Tou (Huesca).

Todavía hay más sorpresas en el instructivo
Museo de Alfarería Tradicional Aragonesa de Morillo de Tou: verás que los cántaros de Teruel y de Gea de Albarracín se muestran juntos en la misma vitrina de Teruel (fig. 1). ¿Por qué? El caso es que se descubrieron unas fotos de los años 20 de un alfar de Teruel, en cuyo obrador se ven cántaros de Teruel y otros que hasta hace poco se han atribuido a Gea de Albarracín. La conclusión es que estos últimos serían obrados en Teruel, y no en Gea de Albarracín como se suponía. En lo que sigue vamos a ver este asunto más despacio.

Las fotos en cuestión, y que se muestran también en la vitrina con los cántaros de Teruel, ilustran la crónica "Una alfarería", en el semanario Blanco y Negro, n.º 2.009, 17 noviembre 1929. En realidad, la crónica consiste solo en 12 fotografías, acompañadas de una breve leyenda explicativa, y al final se indica la autoría: "Fotos Antonio Miñana, Teruel."

Me he tomado la molestia de localizar el número de Blanco y Negro y a continuación reproduzco tres de las fotos de la crónica.

Fig. 2a. El alfar.

Fig. 2b. El obrador.
 
Fig. 2c. Piezas terminadas sin cocer.

En la foto 2a se muestra el alfar, que por sus dimensiones parece importante. ¿Se hallaba en las afueras de Teruel ciudad? Publico la foto por si alguien es capaz de localizarlo, o las ruinas que queden de él.

En la foto 2b se ve a un alfarero moldeando en el torno un cántaro que parece del tipo Gea de Albarracín, rodeado de otros ya terminados pero sin ansar. Esto descarta que el alfar de la foto sea de Gea de Albarracín, pues allí nunca se usó el torno y todo se hizo a urdido, como apunta Álvaro Zamora (1980: 27): "En Gea y en su canterería, no se ha empleado nunca el torno, sino el procedimiento manual 'por urdido'."

Respecto a los cántaros con pitorro o botijos que se ven en las baldas de la pared, he de confesar que me desconciertan, pues nunca he visto un botijo de Teruel (tampoco hay ninguno en el Museo de Alfarería de Morillo de Tou, ni reproducido en Díez, 2005), aunque los botijos son frecuentes en todo Aragón: ¿por qué no iban a obrarse también en Teruel ciudad? Los botijos que se ven en las baldas son similares al cántaro de Teruel (véase fig. 3, a la izquierda), pero con el añadido del pitorro o vertedor. Según Álvaro Zamora (1980: 84) hay constancia de que en el siglo XVIII se obraban en Teruel ese tipo de botijos, siendo denominados en las Ordenanzas de 1749 como "botijos de pico".

La foto 2c es quizá la más relevante pues en ella se ve claramente un cántaro del tipo Gea de Albarracín (y otros dos más pequeños a la derecha). La cantimplora de la izquierda es similar a la de la fig. 1.

A la vista de estas fotos el experto en alfarería aragonesa Carlos Díez propuso atribuir el cántaro de Gea de Albarracín a Teruel. Corrobora esta atribución que en un testar próximo a Teruel fueron hallados numerosos restos que corresponden a ese tipo de cántaro atribuido a Gea de Albarracín, pero que en realidad es de Teruel, tal como se ha aclarado (véase Díez, 2014).

Fig. 3. De izquierda a derecha: cántaro antiguo de Teruel ciudad,
cántaro de Teruel tipo Gea de Albarracín y cántaro de
Ademuz (València). (Fuente: JD.)
 

Los tres cántaros de la fig. 3 tienen sin duda cierto aire de familia. Los tres son de barro rojizo, característico de Teruel, el pegado de las asas es alargado y en disminución, cuello alto y boca abocinada (más exagerada en el del "tipo Gea"), asas prominentes y redondeadas en los de Teruel... ¿Se obrarían distintos modelos de cántaros en Teruel, unos de base ancha y cuerpo troncocónico, con pitorro o sin, y en distintos tamaños, otros de base estrecha y cuerpo globular, etc.?

El cántaro de Ademuz (capital de la hermosa comarca del Rincón de Ademuz, enclave valenciano en la provincia de Teruel) es una pieza muy inusual, pero creo que está emparentado con el de Teruel tipo Gea y por esto muestro a ambos juntos. Será casualidad, pero los dos cántaros de la fig. 3 tienen exactamente la misma altura, 47,5 cm, y la misma capacidad: 11,5 litros. El cántaro de Ademuz es probablemente antiguo, pues de los siete alfares que hubo en Ademuz, excepto uno los demás abandonaron antes de 1920 (Romero y Cabasa, 2009: 47).

El cántaro de Ademuz, de cuerpo más estilizado que el de Teruel tipo Gea, asas planas y finas que arrancan de la parte superior del cuello para caer sobre los hombros, y boca levemente acampanada, nos recuerda ya los esbeltos cántaros levantinos (Alcora, Onda, Chiva...). Queda así definida la ancha vía que conduce de Levante a Teruel, y que con seguridad tendremos que recorrer muchas veces en este blog.