jueves, 23 de septiembre de 2021

Ráfales (Teruel)

Fig. 1. Ráfales. Portal de San Roque (s. XIV) y portal de la Villa (s. XVI).

Ráfales (Ràfels, en catalán) es un pueblecito casi perdido de la comarca del Matarranya/Matarraña que conserva buena parte de su sabor medieval. El topónimo Ráfales (de
rafales, plural de rafal, voz derivada del arabismo raḥál, 'masía', 'granja' o 'casa rodeada de huertos') (*) delata el origen musulmán de la población. Hay referencias de que ya en 1293 hubo ollerías en Ráfales (Romero y Cabasa, 2009: 369), una circunstancia que comparte con Huesa del Común.

Fui a Ráfales en mayo de este año, después de pasar por Horta de Sant Joan (Tarragona) y Valderrobres (Teruel). Desde esta última población, incluida entre los pueblos más bonitos de España, tomé una carreterita comarcal llena de curvas que atraviesa un paisaje desolado y árido, con solo algunas manchas de almendros y olivos. Desde luego, para acceder a Ráfales es mejor desde Morella o Alcañiz.

Fig. 2. Algunas piezas de Ráfales: cántaro (38 cm de alto), orza (26 cm) y jarra de vino (20 cm). (Fuente: colección Carlos Díez; en Díez, 2005: 118.)

 
Fig. 3. Cántaro de Ráfales. (Fuente: Museo del Cántaro,
Valoria la Buena, Valladolid.)


Fig. 4. Medida de vino de Ráfales, 37 cm de alto.
(Fuente: Museu Ferran Segarra, Miravet, Tarragona.)

El cántaro de Ráfales, de forma esferoide y asas robustas, es quizá el cántaro de apariencia más rústica de todo Aragón (figs. 2, 3 y 4). Ello, unido a su rareza, le ha dado fama. Los cántaros que he podido ver son de barro oscuro, incluso negruzco, o "marrón-oscuro-rojo oscuro ennegrecido" como describe Díez (2005: 122), o "pasados de fuego", según Romero y Cabasa (2009: 370). Lo cual lleva a sospechar que se obtendrían mediante alguna técnica de cocción reductora, a fin de utilizar los cántaros para contener vino o aceite, además de agua. La cocción reductora tapa el poro del barro y lo impermeabiliza, haciendo innecesario el barnizado.

De algún modo, los cántaros de Ráfales recuerdan los de Huesa del Común (Teruel), distante más de cien kilómetros de Ráfales, pero donde parece que también se practicó muy antiguamente la cocción reductora para obtener cántaros de vino y vinagreras o aceiteras. Más esféricos los cántaros de Ráfales y ovoides los de Huesa (aunque el cántaro de vino de Huesa es también de forma esferoide), ambos tienen cierto aire de familia: compárense los cántaros de las figs. 2, 3 y 4 con el cántaro de vino de la fig. 2 del post La vinagrera de Huesa del Común.

Álvaro Zamora (1980: 32) apunta que en Ráfales la alfarería se extinguió hacia finales del siglo XIX, y que "en el pueblo se ha perdido totalmente el recuerdo de esta producción". Tampoco ha sido posible identificar a ningún alfarero en los archivos municipales de Ráfales, que se remontan a 1865, por lo que Romero y Cabasa (2009: 369) presumen que "la alfarería debió desempeñarse en Ráfales hace más tiempo que el que se supone". Así pues, cabe datar las piezas de Ráfales en el siglo XIX, e incluso antes en algunos casos.

Señala también Álvaro Zamora (1980: 32) —que incluye Ráfales en el capítulo dedicado a "La canterería de mano"— que presumiblemente los cántaros de Ráfales fueron obrados por urdido, por lo menos el cántaro que ella vio, de una sola asa (cuya foto publica en su libro como fig. 17): "pieza sumamente tosca en su factura incluso dentro de la producción manual a la que parece corresponder", el cual muestra también "algunas marcas horizontales que parecen corresponder a la unión de las tiras de barro en el urdido o de los tiempos en la realización de la pieza".

Romero y Cabasa (2009: 369) coinciden también que en Ráfales se obró por urdido:

Por las piezas conocidas, debió ser productor, principalmente, de canterería manual urdida, destinada a contener líquidos, y a almacenamiento y conserva, todo en bizcocho. Aún existe el barrio, más tarde transformado en calle, llamado de Les Cantereries, por lo que cabe pensar que, otrora, existieron varias de ellas. Estaba constituido por seis o siete casas, la primera de las cuales aún recibe el apelativo de Casa Canteré.

Por el contrario, Carlos Díez (2005: 119) señala que los cántaros de Ráfales fueron obrados a torno, aunque que "se trata de la obra más tosca de la alfarería aragonesa".

Fig. 5. Cántaro de Ráfales, 42 cm de alto. (Fuente: JD.)

Ahora bien, parece que en Ráfales se realizaron cántaros mejor obrados y de una tipología muy distinta a los toscos cántaros de las figs. 2 a 4 que han hecho famoso a este pequeño centro alfarero.

Algunos expertos en alfarería aragonesa coinciden en atribuir a Ráfales el cántaro de la fig. 5, que sin duda parece obrado a torno y modelado con pericia. Es un cántaro de 42 cm de alto y 9,4 litros de capacidad, es decir, poco menos que un cántaro, la misma capacidad que el cántaro grande de Huesa del Común, y también como el de Huesa es de cuerpo ovoide. El cuello es largo y recto, terminando en una boca ligeramente abocinada. Hacia la mitad del cuello arrancan dos asas enfrentadas que describen un ángulo recto para descansar sobre los hombros con un pegado corto y en espátula. ¿Cómo es posible que en el mismo centro alfarero se obraran cántaros tan dispares como los de las figs. 2 a 4 y el de la fig. 5?

Fig. 6. Vinagrera de Ráfales, 50 cm de alto.
(Fuente: colección Luis Porcuna - Barros con alma.)

Otro cántaro similar es la imponente vinagrera de la fig. 6, de 50 cm de alto y con una descarga en el lado que no se ve en la foto. Sin duda, todos estos cántaros son auténticas reliquias más que centenarias que han sobrevivido milagrosamente el paso del tiempo.

Romero y Cabasa (2009: 369) resumen:

Ráfales. Nombre casi mítico entre muchos coleccionistas de barros populares. Se trata de un caso extraño y nada justificado de sobrevaloración de la obra de un pequeño centro alfarero como el que existieron tantos otros. Probablemente la escasez con la que se encuentran sus piezas, entre las que destacaron el cántaro, el aguamanil y la medida de vino, hizo que pronto fueran codiciadas por muchos coleccionistas, que las consideran verdaderas joyas.

Por mi parte, acabo aquí este post cuyo único propósito ha sido el destacar el parentesco, más o menos lejano, de las cantererías de Ráfales y Huesa del Común. Quién sabe, quizá en el siglo XIII algunos olleros y cantareros de Huesa del Común se afincaron en Ráfales...


(*) El DRAE registra el aragonesismo rafal: "Granja, casa o predio en el campo." Y el Diccionari català-valencià-balear define rafal como: "Casa de camp amb un tros de terra no gaire gran." En Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares y Murcia hay abundantes topónimos Rafal, Rafals, Ràfol, El Rafalet, Rafelbunyol, Rafelcofer, es Rafals...

Durante los 400 años de dominio árabe, la población del Bajo Aragón estaba concentrada en los núcleos urbanos de las tierras bajas, preferentemente de regadío. La propia toponimia delata esta realidad: Alcañiz, Calanda, Alcorisa, Valdealgorfa, Mazaleón, Calaceite, Beceite, Mequinenza, Caspe y Fabara son topónimos de origen árabe. En cambio, la parte montañosa de la actual comarca del Matarraña estuvo prácticamente deshabitada. Los pocos topónimos de origen árabe que nos han llegado delatan la escasez de habitantes, dispersos en masías (Ráfales, 'masía' o 'caserío'), y la economía pobre (Mezquín, 'mezquino' o 'pobre') (Pedro J. Bel Caldú, "El poblamiento cristiano del Bajo Aragón").


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