Adopto la denominación de valle del Aranda para agrupar tres centros alfareros muy próximos entre sí, dos de ellos, Jarque de Moncayo e Illueca, sobre el curso medio del río Aranda, al pie de la sierra de la Virgen, y el tercero, Sestrica, en las estribaciones SE de la sierra. Entre Sestrica y Jarque hay apenas 15 km por la carretera actual. En los tres alfares se obró tradicionalmente cantarería y tinajería a urdido, sin torno, continuando una tradición ancestral.
Álvaro Zamora (1980: 41) señala que hay documentada actividad alfarera en Illueca ya en el siglo XV, "que muy probablemente fue paralela a la de otros alfares próximos". Sin embargo, el centro más relevante fue Sestrica. En 1849, Pascual Madoz mencionaba allí una "fábrica de alfarería en que se elaboran tinajas, cántaros y demás vasos mayores sin barnizar" (Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, t. XIV, 1849).
La cántara o cántaro grande de Jarque de la fig. 1 es inusual por su gran tamaño de 42 cm de alto, pero sobre todo por su ancha base de 20 cm de diámetro. Tiene un peso 6,4 kg y una capacidad de 14,2 litros. Según Pérez García (2017: CD 84), "se hacía por encargo en los alfares de Jarque de Moncayo con destino a las bodegas de Oseja y Calcena. No era habitual su fabricación en los obradores de Sestrica. En la actualidad es difícil de encontrar ya que se fabricaron pocos". Díez (2005: 331) reproduce un cántaro muy similar, de base ancha y 43 cm de alto, pero con la boca más amplia y el labio ligeramente redondeado.
También parece de encargo el cántaro de la fig. 2, de 45 cm de alto, decorado con líneas onduladas incisas y con el nombre grabado "Rufino Gaspar". Rufino Gaspar Perales (1849-1917) fue alfarero de Sestrica y así consta en los censos electorales de aquella población entre los años 1890-1900 (Gimeno Hernández, 2013). Según Pérez García (2017: 76), "parece que la costumbre de firmar o identificar las piezas con el nombre del alfarero se produjo en épocas recientes, no más lejano del siglo XVIII". En cuanto a la decoración incisa, "no la hacían los alfareros sino sus hijos pequeños, que participaban en estos quehaceres empleando no solo cañas o palos, sino incluso las uñas y los dedos" (Pérez García, 2017: 75).
También firmada por Rufino Gaspar es la mielera de cuatro asas de la fig. 3 (Gimeno Hernández, 2013, fig. 77).
Finalmente, la fig. 4 muestra el imponente cántaro reproducido en Díez (2005: 333), de 43 cm de alto, decorado con líneas onduladas y bucles incisos y la inscripción "Rufo Marco", alfarero de Jarque si bien trabajó en Tierga "toda su vida" (Romero y Cabasa, 2009: 386).
Las figs. 5 a 8 muestran otros cántaros y piezas diversas del valle del Aranda.
Me ha costado algunos sudores encontrarlo, pero finalmente he recibido el documentado libro de Gloria Pérez García, La alfarería de Sestrica, una tradición milenaria, Zaragoza, Diputación de Zaragoza / Comarca del Aranda / Ayuntamiento de Sestrica, 2017, con un prólogo de María Isabel Álvaro Zamora. El libro es una síntesis de la tesis doctoral de la autora Etnoarqueología de los alfares extinguidos del territorio del río Aranda (Universidad de Zaragoza). Imprescindible para el conocimiento de la alfarería tradicional del valle del Aranda.
























































